Las predicciones climatologicas para este fin de semana eran de nieblas y nublados durante toda la jornada, sobre todo el sábado.
Por lo que después de pensarlo y hablarlo detenidamente nos animamos y quedamos en que al final cazaríamos el domingo si el tiempo nos lo permitía.
Durante la semana poco a poco preparé todo el equipo, exceptuando las palomas y la comida ya tenia todo preparado en el coche.
El sábado antes de ir a trabajar fui a recoger unas chuletas de cordero lechal y algo de panceta que tenia encargadas para comer el domingo, y hacerlas a las brasas de una fogata, junto a las chuletillas y la panceta llevaría también unas anchoas made in Juani que lo borda y están riquísimas.
A las dos de la tarde salí de trabajar y desde allí me fui al campo, no quería salir tan temprano pues después la tarde se me hace muy larga, y teniendo en cuenta que suelo tardar algo menos de dos horas hasta el hotel donde me suelo quedar tenia intención de salir sobre las cuatro treinta.
Atendí a los dos palomares y quedé todo dispuesto hasta el lunes que regresara, por lo que a las cuatro ya estaba preparando todo para salir. Y así fue, a las cuatro treinta y después de recoger mi cimbeles emprendí la marcha hacia Salamanca.
Algo menos de dos horas después ya estaba en el hotel, subí a dejar las escopetas y la bolsa de la ropa a la habitación, y después de dejar la calefacción puesta bajé al bar a tomar una cerveza, sobre las nueve cené algo y después volví a subir a la habitación con idea de dejarme caer en los brazos de Morfeo.
A las cinco y cuarto de la mañana me tiré de la cama, y media hora después ya estaba calentando el motor del coche en el aparcamiento del hotel y esperando a Jose Luis.
Un poco antes de las seis llegó, y después de los oportunos abrazos, salimos camino de la finca con ilusión, mucha ilusión, entre otras cosas por que no había nieblas y el cielo estaba estrellado.
Despumes de desayunar un rico bizcocho que Jose Luis había hecho la noche anterior me dirigí a la zona donde iba a pasar el resto del día en el interior de un puesto cimbelero.
Como casi siempre monté dos cimbeleras una vara Portuguesa algunos ciegos de mano, y lógicamente el puesto, tensé y comprobé las cuerdas, resumiendo, lo dejé todo listo para comenzar en breve.
En esta ocasión me sobró tiempo, por lo que no tuve las apreturas de otras jornadas, incluso tuve que esperar a que los rayos del sol levantaran las torcaces de sus ramas preferidas para pasar la noche al abrigo de las heladas.
Al principio se movieron muy pocas palomas, de hecho allí no había palomas durmiendo como en otras ocasiones, cosa que nunca me ha gustado, como no haya palomas durmiendo en el lugar donde vas a montar suele ser malo, pero la suerte ya estaba echada y había que aguantar allí el chaparrón.
Sobre las nueve de la mañana las torcaces comenzaron a moverse y minutos después comenzaron los bonitos lances cimbeleros, y durante un par de horas y como suele ocurrir casi siempre era aconsejable no salir del puesto.
Jose Luis también estaba tirando bastante, incluso mas que yo, lo cual lógicamente me alegró mucho.
Una vez que las palomas aflojaron en sus movimientos opté por recoger el puesto artificial y rematar el puesto natural que tenia a medio hacer, y que Jose Luis semanas atrás me había preparado, pensé que a la tarde al menos tardaría algo menos en recoger.
En esta ocasión Jose Luis no podía quedarse a cazar por la tarde `por lo que sobre la una de la tarde me llamó para preguntarme donde comeríamos, ¿si en mi puesto o en el suyo?, también me dijo que me aconsejaba desmontar y pasar la tarde en su puesto, a lo que yo me negué, no por nada en especial, si no porque tenia fe que a la tarde se podían mover palomas y podía repetir lo bien que me lo había pasado durante la mañana.
Al final bajó el y pasamos un buen rato disfrutado de una agradable comida campera, cuando terminamos Jose luis se marchó y yo me quedé una vez mas solo en el famoso regato.
Jose Luis tenia razón, y yo me equivoqué, apenas se movieron palomas en el regato, si se movieron en la zona donde el había cazado por la mañana, no se si muchas, pero algunas se movieron.
Por la tarde cobré pocas torcaces, ademas sentí que me había quedado solo y no me gustó, no me sentía bien, sabia que estaba a varios kilómetros de la civilización y solo. No suelo ser cobarde, pero no estaba agusto, así es que recogí y me marché dirección a la casa, ya había disfrutado mas de lo que yo pensaba, y no necesitaba nada mas.
Una vez que llegué a la casa me cambié de calzado y me marché dirección del hotel. Durante los veinte kilómetros que separan la finca del hotel pensé en recoger y marcharme de vuelta a casa, pero me encontraba muy cansado y decidí que saldría al día siguiente.
Una vez en la habitación me di una ducha caliente importante, me cambié y bajé al bar con intención de tomarme una cerveza, o dos si eran chicas.
En la comida le comenté a Jose Luis lo de que no me gustaba quedarme solo, por lo que en cuanto tuvo una ocasión me llamó para interesarse, comprobando que estaba estupendamente.
Sobre las nueve de la noche cené algo y a continuación subí a la habitación, y de nuevo me volví a echar en los brazos de Morfeo.
A las cinco treinta del día siguiente me levanté, y a las seis en punto estaba saliendo dirección a casa, dos horas después ya estaba dejando mis cimbeles en el palomar para que descansaran.
De nuevo había pasado una bonita jornada cimbelera en tierras charras, y de nuevo había disfrutado mucho de bonitos lances cimbeleros y de la compañía de mi buen amigo Jose Luis.
Ademas teniendo en cuenta que las previsiones eran de nieblas y jornada gris y no ocurrir nada de eso la satisfacción al estar un día en muchos ratos soleados fue doblemente bienvenida.
Espero que sin tardar repitamos, y volvamos a hacer pandilla los dos en esa bonita dehesa Salmantina.
Juan Manuel Alonso Rabazo.-