Hasta hace poco no me hab?a parado a pensar por qu? motivo yo soy cazador o me gusta el mundo de la caza. Y es cierto que este deporte se puede considerar bastante sectario, cerrado o privado, como queramos llamarlo, ya que es muy dif?cil entrar en contacto con una afici?n como la caza sin tener a alguien que te gu?e o te ense?e c?mo es este mundo desde dentro.
Me gusta la caza desde que tengo uso de raz?n y creo que hay varios factores que han influido para que esto sea as?, y para que yo, a d?a de hoy, me pueda considerar un cazador. Es un deporte que se practica rodeado de la m?s absoluta naturaleza, algo que desde siempre me ha gustado. Para practicarlo hace falta tranquilidad pero?te proporciona peque?as dosis de adrenalida en momentos puntuales, que lo convierten en?adictivo. Y adem?s es un deporte tradicional que me transmiti? mi padre de una manera tan intensa como a ?l le gustaba.
Entr? en contacto por primera vez con este mundo a la temprana edad de 5 a?os. Era una tarde de ?verano de 1985 cuando mi padre decidi? que ya era el momento de darme a conocer esta bonita tradici?n, y me llev? de caza por primera vez. Mentir?a si dijera que recuerdo aquella tarde con todo tipo de detalles, pero s? que tengo algunos destellos de aquellos primeros momentos de caza con ?l. ?bamos a cazar t?rtolas en el coto de la finca perteneciente a mi padre, bastante cerca de la casa en la que verane?bamos por aquel entonces. Evidentemente yo iba de ?perro? con ?l, para cobrar las piezas que abatiera, pero a?n as? me llev? mi escopeta de fulminantes (petardos) que me hab?a comprado mi padre en Alicante ese mismo verano. No hab?a mejor ocasi?n que esa para usar mi escopeta, aunque ?sta fuera de juguete.
Recuerdo la ilusi?n que me hac?a compartir ese momento a solas con mi padre y lo importante que me sent?a por poder ir con ?l a un sitio, que para mi era tan lejano a esa edad (a 2 km de casa) y hacer algo que nunca hab?a visto. Recuerdo el atronador estruendo del primer disparo y el leve pitido que me dej? en los o?dos? pero no me importaba porque estaba con mi padre. Recuerdo el olor por primera vez de la p?lvora, el humo saliendo del ca??n de su vieja escopeta y el desplome de la t?rtola que con su esquivo vuelo intentaba atravesar el regato en el que nos hab?amos situado. Recuerdo las palabras de mi padre mientras cargaba la escopeta: ?Ala macho!! Corre a por ella!!?, mi dubitativo correr hacia donde yo cre?a que hab?a ca?do la t?rtola y el miedo que me daba no saber c?mo coger aquel animal del suelo? intentando cogerla por la punta de un ala para no tocarla demasiado, como si aquella t?rtola me fuera a transmitir alguna enfermedad.
Desde aquel d?a nunca falt? a ninguna de las citas cineg?ticas que tuvimos, en especial en la ?poca estival, que era cuando ?l sol?a cazar. Con el pasar de los a?os me fui dando cuenta que ?l era un gran cazador, en especial cuando compar?bamos las perchas al final de la jornada con las de otros cazadores (generalmente mis t?os y primos) y casi siempre era mi padre el que ten?a la mayor cantidad y con bastante diferencia, y yo me sent?a part?cipe de ese ?xito porque las hab?a cobrado todas.
Por mi comuni?n mis t?os me regalaron mi primera escopeta de perdigones, y yo ya era el ni?o m?s feliz del mundo pudiendo practicar el tiro con inocentes pardales y herrerillos, imitando a mi padre en las cacer?as de t?rtolas que ten?amos a finales de verano.
Con 14 a?os me regal? una escopeta del calibre 20, con la que ya s? que me sent?a todo un hombre pudiendo disparar sobre las aves en pleno vuelo, tal y como le hab?a visto hacer a ?l?durante los ?ltimos 9 a?os. Recuerdo que me hac?a mucha ilusi?n poder cazar con mi propia escopeta, pero el primer d?a que fuimos de caza me d? cuenta de que por primera vez yo cazar?a s?lo, pero mi padre tambi?n, porque nos pondr?amos en puestos separados, y eso me hac?a sentirme un poco triste despu?s de compartir tantos momentos con ?l. Yo creo que ?l tambi?n ten?a ese ligero sentimiento, pero tambi?n pod?a leer en sus ojos y en su ligera sonrisa, el orgullo que sent?a de que su hijo siguiera sus pasos.
Nunca llegamos a hablar de aquello, pero yo creo que el sentimiento era rec?proco y cada uno echaba de menos la compa??a del otro en esas jornadas de caza. Y supongo que para suplir un poco ese vac?o, siempre nos pon?amos en puestos bastante pr?ximos, de tal forma que tuvi?ramos un contacto visual, as?, aunque no est?bamos juntos y no pod?amos hablar, siempre cada uno ve?a los lances del otro, le avisaba de alguna pieza que se le acercaba o le jaleaba cuando abat?a alguna t?rtola de manera espectacular.
Muchos son los recuerdos que me quedan de todas aquellas jornadas de caza vividas junto a mi padre. Bonitos e imborrable momentos que me dej? como legado de su generosidad y su constante buen humor. Por todos esos momento me siento el hombre m?s afortunado del mundo, y ahora que mi padre ya no est?, valoro todav?a m?s cada rato de felicidad que pas? a su lado. Sirvan desde aqu? estas l?neas como homenaje para el hombre que no s?lo me ense?? a ser un buen cazador sino la persona, el marido y padre en que me he convertido gracias a los valores que ?l me transmiti?.
Gracias Pap?!