Se acabó, ya llegó a su fin esta corta Media Veda 2018 que hace pocos días esperábamos su apertura con verdadera ansiedad y muchisma ilusión.
Al menos en Extremadura dicha temporada de Media Veda ha sido mas bien incierta, aunque mas que incierta se podía decir que muy floja. Las Torcaces a pesar de criar regular optaron por reunirse en los grandes comederos que se hacen por las diferentes zonas de dehesas, con lo que las fincas que optan por no hacerlos apenas las catan, como es mi caso. Y las tórtolas han brillado por su ausencia, posiblemente ha sido el año que menos Africanas he visto en los dos ratos que he estado puesto al paso esperando el poder abatir algunas.
En mi caso las ilusiones de dicha campaña se centraron en tierras charras, mas concretamente en la finca de mi buen amigo Jose Luis, yo imaginé desde un principio que al tener un rastrojo de trigo alguna que otra habría, y lo mejor es que al poder cazarse en esa Comunidad con cimbeles haría un par de visitas a mi amigo y de paso probaría los pichones que he adiestrado este año, algo que me llena de satisfacción por que el criar durante cuatro meses día a día a los susodichos tiene tela, y lógico es verse recompensado por un par de buenas jornadas cimbeleras estivales.
La primera salida a tierras charras fue todo un éxito, nos lo pasamos los dos en grande e hice un regreso a mi tierra que creo que no cogía en el coche, y mira que es grande, venia satisfecho al cien por cien, venia contento, por mis pichones, y por lo bien que lo había pasado junto a Jose Luis y su familia, vamos que estaba deseando repetir.
Y así fue, este fin de semana pasado después de haber pasado toda la semana organizando la salida tan ilusionado como en la primera, a sabiendas de que las que abatimos en la primera ya no entrarían a comer al rastrojo, el viernes sobre las ocho de la tarde salí hacia Salamanca con la intención de dormir allí viernes y sábado y regresar el domingo a medio día.
Sobre las diez de la noche y después de una sencilla cena subí a la habitación a descansar, y una hora después estaba asomado a la ventana viendo como descargaba una fuerte tormenta, no me gustó nada, todos sabemos que las tormentas hacen que rastrojos o comederos que albergan un buen numero de ejemplares queden vacíos, o al contrario, pero como la suerte ya estaba echada lo mejor seria meterme en la cama e intentar dormir lo máximo posible, algo que no es fácil la noche anterior a una salida cimbelera, y esperar que las torcaces no se hubieran movido de la finca.
Habia quedado con Jose Luis en la puerta del hotel a las 6,15 y cinco minutos antes ya nos estábamos dando un abrazo antes de salir dirección a la finca.
Después de desayunar un rico bizcocho que Jose Luis había hecho la noche anterior, cogimos sus cimbeles y nos fuimos cada uno a nuestro puesto, de momento no llovía, el suelo si estaba encharcado, por la tormenta de la noche anterior, pero no llovía, si que se veían rayos a lo lejos pero no llovía, según Jose Luis habían caído 12 litros, y eso siguió sin gustarme, pero la ilusión es mas fuerte que todos los imprevistos y me encaminé hacia el puesto con mucha ilusión.
Al llegar al sitio donde había estado hacia dos semanas monté el puesto allí mismo pero mirando hacia el norte en lugar de al sur como lo hice la ultima vez, pero los vientos mandan y en esta ocasión el viento vendría del sur.
A las ocho ya estaba esperando que se moviera alguna torcaz para intentar engañarla, pero hasta bien pasadas las nueve no vi palomas en las cercanías, se notaba que la tormenta había hecho estragos en las torcaces, y que de momento no querían venir a visitarnos.
Sobre las nueve comenzaron a moverse algunas torcaces y en cosa de una hora conseguí cobrar ocho y una tórtola, y Jose Luis mas o menos igual que yo, la verdad es que pasé un rato muy bonito, y de hecho pude haber cobrado algunas mas, pero por unas cosas u otras al fin fue lo que fue.
Al ver que ya no se movían a partir de las diez treinta comenzamos a recoger y una hora después ya estábamos en la casa comentando como había trascurrido la media jornada. Yo vi bastantes palomas, no en el rastrojo que cazábamos si no en la finca lindera, en esta no había nadie cazando y estas se echaban allí lejos de nuestros disparos, posiblemente el estar Salamanca de ferias hizo que nuestros vecinos no vinieran a cazar, de haber sido así las torcaces se hubieran movido mas y posiblemente hubiéramos hecho una bonita percha, pero bueno, pasó y pasó, de nada vale ya lamentarse.
Una vez en la casa acompañé a Jose Luis a a dar de comer a los animales, y después de alimentar a nuestros cimbeles nos sentamos en el jardín donde nos tomamos unas cervezas y un rico aperitivo para después comer una deliciosa carne que Jose Luis preparó a la plancha, después del homenaje , pasamos al salón de la casa y nos echamos una siesta de algo mas de una hora que a los dos nos supo a gloria.
Las predicciones del tiempo decían que por la tarde nos acompañarían de nuevo las tormentas, pero la verdad.es que cuando nos encaminamos hacia el rastrojo el cielo estaba totalmente despejado y nadie diría que esa tarde llovería
Una vez en la plaza tuve que cambiar el puesto y todas las cimbeleras porque el viento había cambiado, y ahora venia del noreste, lo que supuso el estar cuarenta minutos liado con el cambio.
La tarde fue trascurriendo y la tormenta cada vez estaba mas cerca, decir que solo había visto entrar al rastrojo una paloma a la cual no me dio tiempo de intentar engañarla, pero por lo demás no se veían ni en la finca de al lado donde por la mañana se vieron tantas.
Visto lo visto decidimos recoger todo y regresar a la casa, un verdadero acierto por que en ese momento arranco a llover. El caso es que la tarde fue nula, Jose Luis había cobrado la única que le entró y yo me casqué un bonito bolo, osease que ni disparé.
Sobre las siete de la tarde abandonamos la finca y nos dirigimos al hotel, pero en esta ocasión Jose Luis tenia algo que hacer y no paró, por lo que al ser tan temprano decidí que me daría un buen baño relajante y después coloqué toda la ropa y demás para salir temprano del hotel de nuevo hacia la finca sin tener que volver a por el bolso de viaje.
Después de una buena cena acompañado de unas cervezas volví a subir a la habitación y un rato después ya estaba en los brazos de Morfeo.
Al día siguiente había quedado en la puerta del hotel con Jose Luis a las 6,15 y a esa hora este se presentó con ilusión renovada y nos encaminamos hacia la finca.
Después de dar de nuevo cuenta de un buen trozo del bizcocho con un café , y coger las palomas de Jose Luis volvimos al puesto del día anterior y montamos de nuevo, yo llevaba ilusión de que los vecinos tiraran esa mañana haciendo que las palomas se movieran, pero no fue así, los vecinos seguirían de ferias y habían pasado de las torcaces, el caso es que se movieron pocas torcaces, de hecho yo solo cobré tres tórtolas y una torcaz, y Jose luis creo que fueron cuatro y cuatro, pero a las diez de la mañana y visto lo visto comencé a recoger y cuarenta minutos después estábamos de nuevo en la casa.
Después de hacernos una fotografía para inmortalizar el fin de semana me despedí de mi amigo Jose Luis y me encaminé hacia Caceres, sobre la una de la tarde y después de soltar a mis palomas en el palomar ya estaba dándome un baño en la piscina del campo.
Un fin de temporada pasado por agua, no agua en cantidad pero lo justo para que nuestras amigas azules desaparecieran por arte de magia sin saber nadie donde se meten. De todas formas yo estoy contento con el fin de semana, pues al menos he convivido dos días al lado de mi buen amigo, y he cazado a mis pichones del año, cosa que a mi me hace mucha ilusión. Ahora habrá que esperar a que comiencen a llegar las torcaces del centro de Europa esperando que sea en buen numero y ya habrá tiempo para volver a reunirme con mi amigo Jose Luis y pasemos alguna que otra jornada cimbelera los dos juntos. YA FALTA MUY POCO……….
Juan Manuel Alonso Rabazo.-
Juan Manuel tus vecinos no estábamos en condiciones de empuñar armas.
Nos dimos una tregua.
Un saludo.