Después del largo parón obligatorio de nuevo estamos dando guerra.
Desde que a últimos de febrero colgáramos nuestros aperos cimbeleros en espera de una nueva temporada , y dedicarnos a la cría y enseñanza de nuestros nuevos pichones, llegó el momento de probarlos en acción de caza, y nada mejor que aprovechar la media veda para darles picadero a nuestros nuevos colaboradores, y ver como se desenvuelven en acción de caza.
Ya que en mi comunidad no esta permitido cazar en la media veda con cimbeles, acepté encantado la invitación de mi buen amigo Jose Luis para ir a cazar a su finca.
Dicho y hecho, la apertura de la Media Veda en la comunidad de Castilla y León se iniciaba el pasado 25 de Agosto, y como yo soy una persona muy obediente, el día antes por la tarde daba un fuerte abrazo de nuevo a Jose Luis en la puerta de su casa en la finca.
Después de saludar a su encantadora familia nos acercamos al rastrojo de trigo donde pasaríamos la jornada al día siguiente y buscamos el emplazamiento para colocar los puestos.
Jose Luis instaló su remoque puesto en la parte alta del rastrojo, y yo lógicamente lo hice en la parte baja del mismo alejado lo mas posible a el para no molestarnos el uno al otro.
Una vez colocado el puesto instalé dos pértigas con dos verticales en las respectivas encinas que tenia delante a quince metros, y a continuación una vara Portuguesa en la encina que me daría la sombra al día siguiente. Enganché las cuerdas de tiro a las cimbeleras y dejé todo preparado para solo tener que subir los pichones a sus respectivas cimbeleras al día siguiente.
Una vez dado el visto bueno a todo lo montado, nos fuimos a la casa donde me tenían preparada una agradable cena que compartimos en el jardincito de la casa y debajo de un tupido nogal.
Sobre las diez treinta me despedí de ellos y me dirigí al hotel donde pasaría las dos próximas noches, y después de darme una buena ducha me metí en la cama y me quedé dormido.
A las seis y veintiséis de la mañana llegué a la puerta de la finca y ya me estaba Jose Luis esperando, y de allí fuimos hasta el rastrojo,donde pasaríamos la jornada.
En poco tiempo ya tenia a los pichones en lo alto de sus posaderos, a los nuevos ciegos encapuchados, y esperando que el sol joven y fuerte venciera la luna que se alejaría impotente del campo de batalla, vamos esperando que amaneciera.
Y amaneció, y lógicamente las primeras que comenzaron a entrar en en rastrojo fueron las tórtolas, y lo mejor de todo es que lo hacían en gran número, lo que me hizo dudar si debería dejar los cimbeles de lado y colocarme a ellas o seguir dentro del puesto cimbelero.
Tuve muchas dudas, no sabia que hacer, las tórtolas no dejaban de entrar a mis espaladas y me tenían nervioso, pero el problema es que las torcaces también comenzaron a entrar y se picaban a los pichones sin paracaídas.
El caso es que compartí lances cimbeleros con tortoleros, y al final de la mañana había tirado cuatro cajas de cartuchos y había conseguido una bonita y abultada percha de tórtolas y torcaces. Ni que decir tiene que a mi compañero le ocurrió exactamente lo mismo, y al final conseguimos hacer una bonita foto junto a sus preciosa hija y con las capturas conseguidas.
De nuevo fui invitado a comer en el jardincito de la casa, y después de disfrutar de una gran comida veraniega nos encaminamos de nuevo al rastrojo, pero en esta ocasión no las teníamos todas consigo porque el pronostico del tiempo daba tormentas, y al final temíamos que acabáramos calados.
Y así pudo ser si no hubiéramos optado por recoger todo el equipo, porque fue acabar de hacerlo y descargar la tormenta mojando todo a su paso mientra marchábamos hacia la casa en nuestros vehículos.
Si es cierto que cobramos algunas, pero fueron pocas, no tuvo nada que ver con la mañana, pero todos sabemos como son estas cosas y nos dábamos por contentos y satisfechos de la tirada que habíamos hecho a la mañana.
De nuevo cena, pero en esta ocasión en el interior de la casa debido a lo que llovía, y después tocó despedirme de todos y marcharme al hotel a darme una ducha y a meterme en la cama, había decidido que me quedaría a dormir allí y muy temprano saldría dirección a casa.
A las seis de la mañana ya estaba en marcha, dos horas mas tarde estaba dejando a mis nuevos campeones en el palomar para que descansaran.
A mi no me quedo mas que recordar una y otra vez las picadas de las torcaces entrando a los pichones y el rapidísimo vuelo de las tórtolas que desde el principio daba la sensación de que estaban cabreadas, por que eran autenticas balas.
Y también pensé que hacia muchos años que no veía tantas tórtolas entrar a un rastrojo natural, era impresionante, ya me daba igual el abatirlas o no, pero me encantó ver ese gran número de africanas y sus rapidísimos vuelos.
El caso es que nuevamente lo pasé de maravilla con mi amigo Jose Luis y su familia, y ya pensando en repetirlo muy pronto.
Gracias por todo AMIGO.
Juan Manuel Alonso Rabazo.-
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Hola Juanma¡¡¡¡ Me alegra que «recobre vida» la página, la sigo periódicamente y llevaba tiempo parada.
Me gusta leer tus jornadas me transporto en el tiempo y mi imaginación las hace mía¡¡¡¡¡¡¡.
Lo dicho encantado de volver a leerte, un abrazo