Tiempo de Torcaces y Cimbeles

Posiblemente el hecho de que hasta la fecha y desde que comenzó la temporada cimbelera no hayamos comentado nada el respecto es por la mala situación por la que pasa dicha temporada.

Nuestra intención fue el dar noticias sobre la entrada de la paloma torcaz en la Península Ibérica, a lo que todos llamamos La PASA.

Realmente, ¿Qué ha pasado con la pasa ?  Si hay alguien que realmente lo sepa  humildemente le agradecería que me lo hiciera saber, por que yo sinceramente no lo sé.

Dicen que no han llegado a pasar ni 500.000 palomas, ¿es esto cierto ?  o ni eso, por que yo si es así, casi que me conformo, pero hay quien dice también que han pasado muchas más, lógicamente nos interesaría creer a estos últimos, pero sinceramente  creo que esto no lo sabe nadie.

Siguen contándonos que las famosas Landas, e incluso el centro de Francia esta lleno de torcaces, si esto es verdad a estas fechas nos podemos despedir de tener una temporada aceptable de torcaces.

No sé que pensar, pero lo que si es cierto es que desde que se inició la temporada  he salido varios días acompañado de mis cimbeles por la zona de Extremadura mas concretamente por Torrejón el Rubio, y creo que no han llegado a cincuenta las torcaces cobradas. En dichas salidas he visto pocas palomas, quizás algunos buenos bandos de pase pero lo que son torcaces aquerenciadas más bien pocas.

Ilusión tenia un servidor  por que llegara el puente de la Constitución como así llamamos a este que finalizó este pasado lunes, eso me daría la posibilidad de colocarme las botas el viernes por la mañana y quitármelas el lunes al finalizar la jornada,  ademas había hecho pandilla con mi buen amigo José Luis  al que  visitaría en su finca de Salamanca para cazar con él.

Lógicamente esto era lo que mas ilusión me hacía, entre otras cosas porque este me había dicho que había bastantes palomas,  y que además se movieran donde se movieran acababan todas en el regato donde habitualmente me suelo colocar, osea cerca de mi puesto.

Ni que decir tiene que como siempre cuando voy a visitar a José Luis comienzo con los preparativos dos semanas antes, de siempre he tenido mala memoria, por lo que lo mas aconsejable para mi es hacer una lista en la cual anoto todo lo que debo llevar en dichas salidas, también tengo que decir que en este caso he repetido varias veces la lista, entre otras cosas es una forma de comenzar a cazar, por que tenéis que estar de acuerdo conmigo que se comienza a cazar mucho antes de la jornada en sí.

El caso es que el viernes a las seis de la mañana ya estaba en danza, había quedado con mis amigos José y Andrés en ir a una finca que tenemos en Torrejón el Rubio a vernos las caras con las palomas. Mi intención era cazar con ellos y cuando la cosa se enfriara a medio día comer un bocadillo con una cerveza sin alcohol y marcharme a Salamanca.

Llegamos a la finca a las siete de la mañana, y opté por colocarme en un puesto que tengo en el centro de la finca al cual le llamamos el de los cochinos,  después de colocar todo el equipo, a eso de las nueve de la mañana conseguí meter un bandito de ocho palomas hasta la cocina  me quedé con una en un precioso lance que me animó, pero que se quedó en eso, conseguí engañar algunas más,  en poco rato pude cobrar cinco bonitas azules, pero también se quedó en eso porque a partir de las once de la mañana las palomas desparecieron y no volví a saber nada de ellas.

Como la cosa estaba tan parada sobre las dos de la tarde decidí recoger  y preparar el equipo en el automóvil para marcharme sin prisas a Salamanca , llamé a José y le dije que en el  interior del puesto les dejaba las cinco palomas cobradas para que se las llevaran ellos, me despedí y puse camino a Salamanca.

 

Sobre las cuatro y media de la tarde ya estaba en el hotel colocando la ropa en los armarios y después le di de comer a mis cimbeles.

La tarde se me hizo muy larga, dediqué parte de ella a colocar bien el interior del coche organizándolo todo para el día siguiente. Una vez me di una ducha  me cambié de ropa y bajé al salón del hotel con la tablet en las manos y acompañado de una cerveza bien fría y de unas olivas  estuve un buen rato navegando por Internet informándome de temas relacionados con las torcaces.

Sobre las nueve cené un poco, y a las diez de la noche ya estaba metido en la cama  y a continuación en los brazos de Morfeo.

A las cinco de la mañana ya estaba en pie,  y a las seis me recogió José Luis en la puerta del hotel. Después de darnos un fuerte abrazo nos encaminamos hacia la finca, después de desayunar esperé a que José Luis recogiera del palomar sus cimbeles, nos encaminamos hacia nuestras puestos, este se colocaría en una cerca donde se encuentran las casas, y yo en el regato donde suelo ponerme.

El día antes José Luis me había comentado que me había colocado unas ramas secas en la zona donde me solía colocar, pero al llegar me llevé una gran alegría, pues este había tenido el detalle de hacerme un puesto de los que yo llamo alicatado hasta el techo, un puesto preparado con postes de acero y un mallado, al cual le había colocado leña seca para que las vacas no le metieran mano, solo faltaba incorporarle una ramas verdes.

La verdad es que me gustó mucho el detalle, el montar y desmontar un puesto es algo necesario, pero que a mi particularmente es lo que menos me gusta de esta bonita modalidad de caza, es por lo que interiormente se lo agradecí de corazón.

Al llegar no me gustó que no salieran palomas de las encinas pero lo dejé pasar, sabiendo al menos que la tarde allí no iba a ser buena, pero bueno, tenia todo el día por delante para disfrutar.

Teniendo en cuenta que el día antes había sido un día de fuertes nieblas en toda la zona, y que sinceramente esperábamos que en este se repitieran, dimos gracias a los cielos porque el amanecer se veía muy estrellado, algo que al menos a mi hizo que se me movieran pajaritos en el estomago.

Después de montar todo el equipo  ya viéndose perfectamente llevé el coche a unos doscientos metros y lo escondí debajo de una encina enorme fuera de la vista de las torcaces.

Cerca de las nueve de la mañana me coloqué el bala clava, la gorra con la cámara de vídeo incorporada, y los cascos electrónicos, cargué las escopetas y me metí dentro del puesto con la intención de no salir en bastante tiempo, al menos eso esperaba.

No habían pasado unos minutos cuando comenzaron a moverse las torcaces por los alrededores, hice trabajar  a mis compañeros alados y los lances se sucedieron uno tras otro, era un verdaderos espectáculo ver como se picaban las torcaces, eran auténticos camicaces que hacían que te tuvieras que centrar en ellas para no tragártelas.

Así trascurrieron las dos horas siguientes, pero poco a poco fue bajando la intensidad de los laces, entre otras cosas algo muy lógico.

José Luis y yo estábamos conectados con las emisoras, por lo que a pesar de escuchar en la lejanía sus disparos, y el los míos, hablábamos constantemente  nos poníamos al corriente de todo lo acaecido.

Sobre las doce del medio día el parón fue total, no se veía una paloma por ningún sitio por lo que pronto comencé a darle la vara a José Luis para que comiéramos, a lo que el me dijo que en media hora bajaría hasta mi puesto para comer.

Como la cosa estaba totalmente parada me dispuse a preparar la fogata para asar las chuletillas de cordero, no sin antes preparar unos aperitivos como queso, morcilla patatera, morcón ibérico y unos tacos de jamón,  colocando al sol las anchoas para que el aceite coagulada se derritiera y estuvieran mas sabrosas.

No tardó José Luis en llegar, sacamos un par de mesas, abrimos unas cervezas bien frías y mientras se hacían las brasas dimos cuenta del aperitivo y de las cervezas, para abrir a continuación una botella de vino de pitarra Extremeño, muy rico por cierto.

La comida fue muy amena, como suele ocurrir siempre, no casi siempre, si no siempre, la comida con un buen amigo, o amigos en mitad de la dehesa como se suele decir, no tiene precio, y esto es una verdad como un piano de grande.

Aun sabiendo que yo en ese puesto de tarde haría poca cosa decidí que me quedaría allí y no me movería, la suerte estaba echada  y no era momento para cambiar el mucho equipo que suelo montar en todas mis salidas cimbeleras.

Una vez acabamos de comer José Luis se marchó al cercado de la casa y yo me senté al sol al lado del puesto a reposar la comida, sabiendo que la caza de la tarde seria incierta, pero eso de verdad era lo de menos.

Como preveía la tarde fue algo incierta, al menos para mi, porque para sorpresa mía cuando llegué a la casa comprobé que José Luis bajaba del coche de nuevo una bonita percha de palomas, porque entre otras cosas no había escuchado sus tiros.

El caso es que la jornada había llegado a su fin  había sido una jornada muy bonita, habíamos pasado de los cincuenta pájaros  con una calidad espectacular, no se le podía poner pegas a dicha jornada, había sido un día muy entretenido,  y en muy buena compañía, y eso era lo mas importante.

Una vez José Luis recogió las palomas y se cambió de ropa dejamos mi coche en el interior de la nave y nos fuimos a tomar una cerveza al hotel, allí estuvimos decidiendo si cazábamos al día siguiente o no, pues las predicciones del tiempo daban algo de agua y cielo gris, algo que todos sabemos que no es nada bueno para cazar con cimbeles. Al final decidimos que cazaríamos por la mañana hasta que el tiempo nos lo permitiera, y después y desde allí yo me iría a Cáceres y el se quedaría en Salamanca.

Después de tomar la cerveza y charlar un buen rato sobre lo acontecido durante la jornada nos despedimos y quedamos que al día siguiente me recogería a las seis y cuarto en la puerta del hotel.

Una vez solo subí a la habitación  me di una importante ducha, a continuación bajé a cenar algo y después volví a subir, me metí en la cama y sobre las once volvía a estar en los brazos de Morfeo.

Por segunda vez e igualmente que el día anterior el domingo José luis fue a recogerme al hotel a las 6´15, de allí a la finca y nuevamente después de desayunar planeamos donde deberíamos de ponernos y montar,  al final después de algunas dudas razonables decidimos que yo me colocaría al lado de  unos grandes chopos que están al lado de una charca y de la casa,  José Luis se colocaría en la zona de arriba muy cerca de la linde. El día por desgracia no estaba como el anterior, estaba completamente cerrado, gris, y con pinta de llover, José Luis me advirtió que donde me colocaría   podrían llegar los cochinos, por lo que me dijo que dejara el equipo en la zona donde iba a colocar el puesto y sacara el coche de la cerca y lo dejara en la contigua a la que no podían acceder dichos cochinos.

Y así lo hice, saqué todo el equipo del coche, monté el puesto portátil y dos cimbeleras y saqué el coche de la cerca, mi sorpresa fue que cuando volví ya estaban los cochinos merodeando por la zona cosa que me preocupó , por que cuando estos se ponen a ser pesados no hay forma de cazar tranquilamente.

Comenzó a moverse alguna paloma suelta, muy pocas, pero eso era lo de menos porque yo solo me preocupaba de que los cochinos no se comieran las cuerdas, el puesto, o se restregaran en las pértigas, vamos una alegría, allí no había forma de cazar.

Como sería la cosa que después de haber montado todo decidí que lo desmontaría y me iría a ver a mi amigo José Luis que ya había tirado algunos tiros. Todo lo rápido que pude desmonté lo montado y después de llamar a José Luis para que me explicara donde estaba exactamente me presenté en su carro puesto y me metí con el en su interior y nos dispusimos a comentar temas relacionados con el cimbeleo, mientras algunas que otras torcaces se movían por la zona y José Luis daba buena cuenta de ellas.

El día seguía muy plomizo, incluso se notaba algo de chiribiri, muy poco, pero aun así las palomas que entraron mientras yo estaba allí con José Luis se picaron muy bien y entraron hasta la cocina.

Sobre las doce treinta y viendo que el día no daría más de sí decidimos que recogeríamos y lo dejaríamos por este fin de semana, y así fue, ayudé a Jose Luis a recoger todo el equipo y desde allí nos fuimos a la casa para acabar despidiéndonos y marchándonos cada uno a nuestro olivo.

 

Nuevamente y al margen de que el segundo día no había acompañado climatológicamente yo lo había pasado fenomenal, había disfrutado de la caza y de mi amigo José Luis, que como siempre me dispuso un trato exquisito, haciéndome sentir que estaba en mi casa como el suele decirme de vez en cuando.

Sobre la una de la tarde salí de la finca y dos horas después estaba soltando a mis colaboradores alados en el palomar para que descansaran , comieran, y se recuperaran de tres jornadas de traqueteo cimbelero.

Una vez más y como siempre suelo hacer desde estas lineas muchas gracias por todo a mi amigo y compañero de cimbeleo José Luis,  además en esta ocasión darle las gracias por ese puesto natural que me ha preparado en el regato donde yo me suelo poner cada vez que voy a cazar con él, muchísimas gracias y hasta la próxima.

Y como no había tenido suficiente con tres días, no podía dejar de pasar la oportunidad de hacerlo un cuarto.

 

El lunes a las seis treinta ya estaba saliendo de casa con mis cimbeles mis escopetas y con ánimos de pasar un día de campo, y digo esto por que al final fue lo que fue, un maravilloso día de campo.

Yo tenía mis dudas si tendría que torear con las nieblas que estaban más que anunciadas pero una vez que desayuné en la churrería a la que suelo ir y salir camino de la finca pude ir comprobando que no había niebla, y que el cielo estaba estrellado, cosa que me alegró mucho y me hizo cambiar de idea al respecto del puesto donde pensaba colocarme inicialmente, por lo que al final me instalé en un puesto que esta en el centro de las cuatro cercas de la finca al cual llamamos «el de los cochinos».

Una vez que monté dos pértigas con dos verticales en sus respectivas encinas preparadas para ello, monté la vara Portuguesa, y siete pichones nuevos iniciados para cazarlos como ciegos y que decidiría durante la jornada cuales merecerían cazar conmigo en el futuro y cuales no.

Sabia que habría poco movimiento de torcaces y dedicaría la jornada a relajarme adiestrando dichos pichones.

Lo siguiente que hice fue colocarles uno a uno una pihuela de lance y los estuve lanzando al aire durante un rato como recordatorio, al fin y al cabo estos pichones no habían pisado el campo desde el mes de Julio.

De los siete pichones había dos que estaban sin probar y que a la postre fueron los dos que después de mucho adiestramiento deseché por que no serian nunca buenos, y tener algo que no va a ser bueno nunca es tontería.

Mientras adiestraba  a los otro cinco pichones se movieron algunas torcaces por la zona, y en poco tiempo conseguí meter algunas cobrando tres preciosas palomas, pero lo bueno se acaba y al poco rato no se veía ni una sola paloma por la zona.

El día se quedó muy bueno, salió el sol mezclado con alguna pequeña nube pero sin nada de frío.

Yo seguí a ratos con el adiestramiento de los pichones , digo a ratos por que acabe desriñonado de tanto agacharme cogerlos y lanzarlos de nuevo.

Para descansar un  poco lo que hice fue cortar unas ramas de mamones de las encinas y adecentar algo más el puesto, también forré de cuerda el posadero de caña de los ciegos e hice unos enganches de alambre dura para colgar en el interior del puesto los accesorios y pequeños componentes del equipo cimbelero.

Cuando me di cuenta eran cerca de la una de la tarde, y me di cuenta porque las tripas me hacían ruido, por lo que me acerqué al coche y me traje la mochila de la comida, un pan y una botella de vino de pitarrra, como estaba solo no merecía la pena sacar y montar la mesa para comer, por lo que coloqué todo encima del jaulon de los cimbeles  me senté en mi silla y me dispuse a tomar el taco, todo ello acompañado de unos tragos de vino que me supieron a gloria.

El día era maravilloso, por lo que no me di prisa para tomar dicho taco, aquello realmente era lo mas parecido a pasar un día de campo acompañado de escopeta que yo había vivido nunca, que tranquilidad, que rico el taco, que ricoooooo el vino, vamos un disfrute total.

Una vez que terminé de comer recogí lo que quedaba de taco, y del vinoooooo, coloqué los pies en lo alto del jaulon de los cimbeles me eché hacia atrás y cuando me quise dar cuenta me había quedado traspuesto, vamos dormido.

Que siesta mas rica, que tranquilidad, no se oían ni los pájaros, un verdadero disfrute de los que un día en el que vuelan torcaces por los cielos no tendremos nunca jamás.

Sobre las dos treinta alguna paloma suelta se movió , pero muy pocas muy pocas, y hasta las cuatro que decidí dejarlo cobré otras dos que se dejaron engañar escandalosamente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que se me había acabado el puente de la Constitución , me di cuenta que ya solo me quedaba recoger a mis queridos cimbeles y recoger el equipo montado y marcharme a casa.

Había pasado un viernes tranquilo y  de viaje, un sábado glorioso en el que los cimbeles trabajaron muy bien y las torcaces se dejaron querer de lo lindo, un domingo gris pero que dio para pasar un par de  horas con mi amigo José Luis charlando y cazando a la vez en su puesto remolque, y un lunes festivo en el que a priori seria neblinoso y que contrariamente se había quedado en un buen día sin torcaces que llevarse a la boca, pero que me permitió pasar un día de campo de los que hacia muchos años que no había disfrutado.

Esta claro que soy un privilegiado por poder permitirme el disfrutar tanto de cosas tan pequeñas, ¿o quizás no?.

Juan Manuel Alonso Rabazo.-

 

 

 

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4 comentarios

  1. Enhorabuena Juan Manuel, soy un gran admirador tuyo. Disfruto enormemente leyéndote. Espero que no dejes de hacerlo nunca. Gracias.

  2. Enhorabuena Juan Manuel, soy un gran admirador tuyo. Disfruto enormemente leyéndote. Espero y deseo que nunca dejes de narrarnos tus experiencias cinegéticas. Gracias.

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