De nuevo este fin de semana tenia planes para cazar en tierras charras junto a mi amigo Jose Luis, de nuevo y como siempre una semana antes comencé a cazar, osea comencé a preparar todo el equipo, y demás, al fin y al cabo, al menos para mí, esto también es cazar
Siempre he dicho que esto es una forma de cazar, y como suelo tener mala memoria lo voy apuntando todo, y como soy muy perfeccionista es fácil que en la semana haga hasta cinco listas de lo apuntado.
El caso es que el viernes por la tarde al salir de trabajar me puse en camino hacia Salamanca y un par de horas mas tarde ya estaba en el hotel donde me suelo quedar a dormir.
Hablé con José Luis y quedé con el a las seis de la mañana en el aparcamiento del hotel, una vez que cené algo subí a la habitación y después de ver un rato la tele me coloqué en los brazos de Morfeo.
Algo antes de las seis bajé al aparcamiento y minutos después llegó Jose Luis, como siempre nos dimos un fuerte y cordial abrazo y nos dirigimos a la finca.
Los dos coincidimos en que estábamos alegres de que no había niebla, por lo que una sonrisa nerviosa seguramente se reflejaba en nuestros rostros.
Un rato después ya estábamos dando cuenta del desayuno en el salón de su casa, y una vez que terminamos nos despedimos y nos fuimos cada uno a nuestro puesto. José Luis se colocaría en la parte alta de la finca y yo como siempre en el puesto del regato.
Una vez en puesto monté dos cimbeleras de bomba donde siempre, una vara portuguesa, y les coloqué las caperuzas a los ciegos, recogí todo el equipo sobrante, y llevé el coche para esconderlo a doscientos metros de la plaza cimbelera. Hace dos semanas le dije a José Luis que me tenia que hacer un altillo para colocarlo en el interior del puesto, y allí estaba dicho altillo, a la tarde le diré si me puede poner calefacción central en el puesto a ver si hay suerte, Según monté el equipo no salio ni una sola paloma de los alrededores, y cuando volví de dejar el coche solo salio una, cosa que no me gustó, pero bueno había que afrontarlo como fuera. José Luis me había dicho la noche anterior que durante toda la semana había visto muchas palomas en varias zonas de la finca, aunque también me comentó que el día antes por lo que fuera vio menos. De todas formas yo soy una persona positiva, y me conformaba con que no hubiera niebla, lo demás ya vendría por su propio peso.
Había una helada tremenda, estábamos a menos seis grados, por lo que no me extrañó que las palomas no comenzaran a moverse al amanecer, normalmente con estas heladas suelen ser mas perezosas, poco a poco comenzaron a verse algunas sueltas, no muchas pero algunas sobre todo por la zona de lo cerrado, sobre las nueve de la mañana una torcaz alta cruzó a mi derecha, la trabajé lo mejor que pude y esta se picó como una posesa y a una velocidad endiablada, por mas que quise ponerle los puntos antes de que llegara a estar mas cerca me fue imposible por lo que el primer disparo se lo tiraría a seis metros, lógicamente lo fallé y un segundo también, aunque tuve más suerte con el tercero, y la bonita torcaz dio con sus plumas en el suelo.
Como suele ocurrir casi siempre a los disparos se movieron palomas por los alrededores, y comencé a trabajarlas. Algunos grupos de palomas se dejaban querer y se picaban muy bien a los cimbeles, pero en lugar de llegar hasta ellos se posaban en las encinas cercanas, durante un buen rato me ocurrió varias veces seguidas, y luego me enteré de que a José Luis estaba pasando justamente lo mismo.
No nos dio tiempo a más, una vez más y como nos había ocurrido dos semanas antes, apareció la niebla poco a poco, y en muy poco tiempo se cubrió todo con lo que eso conlleva.
Hasta entonces no había tenido frío a pesar de estar bajo cero, pero a partir de echarse la niebla el frío era mas que notable, QUE FRIOOOOOO.
Soy de los que no me gusta hacer fogatas mientras cazo, nunca las hago, pero en este caso me puse manos a la obra, y aunque me costó que prendiera conseguí hacer una buena lumbre que hizo que la espera fuera mas llevadera.
A medio día y viendo que cada vez era mas espesa la niebla me llamó José Luis y me dijo que iba a recoger y que bajaría hasta mi puesto para calentarse un poco y después comer los dos juntos.
Y así fue, sin ninguna prisa comimos mientras la niebla iba perdiendo fuerza y como la cosa no era para tener prisa José luis me enseñó un Drone que había adquirido hacia una semana.
Me estuvo enseñando como se manejaba, incluso me dejó manejarlo, y la verdad es que era una verdadera maravilla, el caso es que tuvimos una comida muy amena, y muy entretenida.
Sobre las tres de la tarde decidimos que aguantaríamos un par de horas he intentaríamos cobrar algunas torcaces, se despidió de mi y se marchó a su puesto.
Sobre las cuatro de la tarde algunas palomas se movieron por los alrededores, y la verdad es que no entraban a los cimbeles como en otras ocasiones, pero si pude tener algunos lances con mis amigas las torcaces, sin embargo José Luis me decía por la emisora que estaba viendo palomas pero que no querían cimbeles, y que estaba desesperado.
El caso es que cuando me pareció recogí todo y fui en su busca. En el trayecto del puesto hasta la casa vi palomas salir de las encinas , sobre todo en la siembra, no para ponerme a saltar de alegría pero si que salieron unas palomitas.
Una vez en la casa José Luis se cambió de ropa y nos fuimos al hotel donde tomamos un refresco y quedamos en que no merecía la pena cazar al día siguiente, por lo que yo madrugaría y me iría a Torrejón donde cazaría con mis otros dos compañeros, Andrés y Jose.
Una vez que me despedí de José luis, subí a la habitación y me di una ducha importante, a continuación bajé al bar me tomé una cereza helada y a seguidamente cené algo y de nuevo subí a la habitación, a las diez treinta ya estaba encamado, tenia que madrugar mucho y necesitaba dormir, minutos después y sin darme cuenta ya estaba en los brazos de Morfeo.
A las cuatro cuarenta y cinco sonó el despertador, y a las cinco y cuarto ya estaba con el motor del coche en marcha esperando que cogiera temperatura.
A las siete y cuarto llegué a la finca en Torrejón, y a las siete treinta llegaban mis dos compañeros, estos me traían un café caliente y unos churros, los cuales me sentaron de maravilla. Desde allí mismo nos organizamos, ellos decidieron que se colocarían en la zona que llamamos de las arbolagas, y yo me pondría en el puesto bajo de la forestación. Había también una helada importante, pero al menos no habría niebla, hacia frío pero sería un buen día de campo.
Después de montar lo mismo que el día anterior llevé el coche a esconder y volví al puesto. Sobre las nueve ya se vieron algunas torcaces, pocas, pero se movían por los alrededores. Un rato después una paloma que me entraba por la izquierda se dejó querer y me entró ciega a los cimbeles, me fui con ella y la abatí. Al tiro vi con sorpresa muy agradable como salia de la parte alta de la forestación un bando muy grande de torcaces, y a continuación otros dos más, no lo esperaba, me habían comentado que el sábado hubo muy pocas palomas, pero allí en esos tres bandos habría cerca de mil palomas, y para mí si estas se movían me sobraban palomas.
Lógicamente las palomas desaparecieron por la linde de la finca que estaba en la parte superior, pero yo tenia fe de que estas se movieran algo más tarde, y así fue, poco a poco algunas palomas sueltas comenzaron a moverse y estas entraban ciegas a los cimbeles, cuando me quise dar cuenta eran las doce de la mañana y había conseguido un bonito ramillete de torcaces, algo que yo no esperaba, y no por la cantidad, si no por la calidad de los lances, como normalmente suelo decir estas entraban hasta la cocina. Por el contrario Andrés y Jose no tuvieron tanta suerte como yo y solo consiguieron engañar del todo a una bonita torcaz que Jose mató muy cerca de uno de los cimbeles.
Sobre las doce treinta decidimos que comeríamos pronto y nos colocaríamos por la tarde esperando que de nuevo las palomas se movieran.
Y así fue, sobre la una de la tarde comimos los tres juntos, y una vez acabamos ellos se colocaron en otro puesto distinto al de la mañana esperando tener algo más de suerte.
Pero no fue así, ni ellos ni yo conseguimos pegar ni un tiro en toda la tarde, vimos algunas palomas largas pero no hubo forma de poder tener un lance de tarde, por lo que a las cinco recogimos y nos fuimos de la finca, yo no me podía quejar, había tenido una mañana no para tirar cohetes pero si entretenida, que entre otras cosas es de lo que se trata, aunque lo sentí por Jose y por Andrés, aunque ellos saben de sobra que con las palomas estas cosas suelen ocurrir.
Bueno pues ya solo quedaba volver a casa , dejar a los cimbeles en el palomar y sobre todo en el camino recordar los lances vividos en el fin de semana.
Había estado en tierras charras, y aunque había cobrado pocas torcaces lo había pasado muy bien junto a mi buen amigo José Luis, y había tenido una mañana entretenida en Torrejón junto a mis otros compañeros Andrés y Jose, que más se puede pedir.
Si Dios quiere más adelante más.
Juan Manuel Alonso Rabazo.-
Una vez más enhorabuena una maravilla la narración. Gracias